La pesquería fortificada de Santa Cruz de la Mar Pequeña ✏️ Excursiones-Marruecos

Santa Cruz de la Mar Pequeña

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Los casi 900 km de costa que separan el cabo de Aguer, (actualmente Cap Ghir, a escasos 45 km al norte de Agadir) del cabo de Boujdour, (a 175 km al sur de Laayoune), forman parte de la región llamada antiguamente la Berbería Atlantica; aunque, probablemente, esta costa fue visitada mas o menos regularmente desde la época fenicia, su historia documentada empieza allá por el S.XIII con las primitivas cartas náuticas que hacían referencia a determinados lugares geográficos en ella y se consolida a finales del S. XIV a raíz de la conquista por parte de la Corona de Castilla de las Islas Canarias.

Faro de Cap Ghir

Y es en esta costa, en un lugar prácticamente equidistante de ambos cabos, donde se halla una laguna marítima singular, privilegiada y de alto valor medioambiental, que a finales del S.XIV se convirtió en el primer asentamiento permanente de la Corona de Castilla en territorio continental africano, un lugar al que llamaron Santa Cruz de la Mar Pequeña.

Faro del Cabo Bojador (Boujdour)


Dice la historia que Santa Cruz de la Mar Pequeña fue fundada y defendida dos veces en el XV, abandonada en el XVI, olvidada entre el XVII y el XVIII, utilizada para obtener la cesión del territorio de Ifni en el XIX, recuperada al estar dentro del territorio de Cabo Juby en el XX y definitivamente perdida tras la firma y entrada en vigor del Tratado de Retrocesión de Fès en 1969.


Pero la historia de la Santa Cruz de la Mar Pequeña, conocida como Puerto Cansado en los S. XVIII, XIX y XX, no se puede explicar de manera tan resumida pues es algo mas compleja, con muchos mas participantes, poca documentación de rigor, algo de leyenda y, sobre todo, … dilatada en el tiempo.


La historia de Santa Cruz de la Mar Pequeña está ligada a la historia de Canarias, a la de las relaciones, tanto pacíficas como bélicas, entre estas islas y la Berbería Atlántica, pues desde tiempo inmemorial los habitantes de ambos territorios se visitaron mutuamente, (no siempre de manera amigable) y a la de los pescadores tanto canarios como andaluces que, ya en el S XV (y probablemente antes aunque no se tenga constancia de ello), faenaron en aquellas aguas, identificando fondeaderos tales como la Mar Pequeña, San Miguel de Saca, (actualmente Foum Assaka) y San Bartolome, (actualmente el Oued Chibieka al sur de Tan Tan).

Oued Chibieka

Cuando a finales del siglo XIV la Corona de Castilla reivindicaba como propios los derechos de conquista sobre las islas Canarias y los territorios de la costa africana continental próxima a ellas frente a su gran rival, Portugal, alegando razones de preferencia y herencia históricas, ambos reinos, las dos grandes potencias navales de la época, vecinas para mas inri, estaban enfrentadas, entre otros motivos, por el control de la Berbería atlántica africana y, por ende, de las rutas del comercio transahariano que transportaba, entre otras cosas, oro y esclavos.


Pero como quiera que los monarcas castellanos del siglo XV, especialmente Enrique IV y, sobre todo, los Reyes Católicos, no podían costear la conquista de estos territorios porque tenían otros conflictos bélicos abiertos en la península, (la Guerra de Sucesión precisamente contra Portugal y la Guerra de Granada con el reino nazarí), tuvieron que recurrir a personajes vinculados a las casas nobiliarias castellanas, como Juan de Guzmán (duque de Medina Sidonia), Diego García de Herrera y Alonso Fernández de Lugo, quienes, primero a título propio y posteriormente en representación de la Corona, afrontaron la tarea de conquistar y poner bajo dominio castellano los territorios citados.


Si a ello le añadimos tanto el anhelo de aquellos reyes castellanos que, (ya desde Alfonso X quien atacó y saqueó Salé), quisieron cruzar el estrecho para devolver las cuatro “visitas” musulmanas norteafricanas (Tariq en el siglo VIII, los almorávides en el siglo XI, los almohades en el siglo XIII y los benimerines en el siglo XIV) como la manera de gobernar de los Reyes Católicos quienes, aun en periodo de reconquista, diseñaron una política africanista para nada vinculada con la religión y si con sus intereses geoestratégicos, tanto económicos como militares, además de la historia de aquellos nobles que conquistaron y gobernaron Canarias por orden de sus Reyes, recibiendo de ellos títulos y derechos sobre esas islas y sobre las tierras continentales berberiscas comprendidas entre los citados cabo de Aguer y cabo de Bojador, tenemos ya la introducción y el nudo del libro de la Mar Pequeña aunque para el resto de la historia, haya que seguir leyendo ….

Naïla, la Mar Pequeña

El topónimo de La Mar Pequeña aparece citado por primera vez en un documento real español a mediados del S XV cuando Juan II de Castilla otorgó al Duque de Medina Sidonia los derechos sobre el tramo del litoral atlántico comprendido entre los cabos citados anteriormente, derechos que dicho Duque no ejerció nunca; por ello, tras la muerte de Juan II pocos años después, su hijo y heredero, Enrique IV, otorgó en 1468 el título y los derechos de Señor de la Mar Menor de Berbería al noble y conquistador Diego Garcia de Herrera, a la sazón señor territorial en las Islas Canarias, quien parece ser que unos años después, allá por el 1476, arribó a esas costas por primera vez.

Dos años después, en 1478 según cuenta la Historia, Garcia de Herrera organizó una expedición para construir y guarnecer una modesta fortaleza en la costa africana mas cercana a sus dominios para aprovechar el comercio transahariano, establecer una factoría de pesca y conseguir esclavos para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar de las islas canarias.

Este asentamiento, que seguía los criterios militares establecidos en la conquista de las Islas y disponía de una torre en la que se alojaba la guarnición que protegía el enclave, fue el primer asentamiento español en Africa Occidental sahariana al que dicho noble bautizó con el nombre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, probablemente porque dicha laguna era conocida por los pescadores que frecuentaban la zona como la “Mar Pequeña” ya que en realidad es una bahía protegida por acantilados y dunas con una única salida al océano casi equidistante de Puerto del Rosario en Fuerteventura y Puerto del Carmen en Lanzarote (poco menos de 90 millas náuticas).

Naïla

Esta ocupación de hecho realizada a golpe de real decreto firmado por la Corona española bajo el epígrafe de las conquistas “señoriales”, lo fue también de derecho tras las firmas entre España y Portugal del Convenio de Alcaçovas en 1479 y del Tratado de Tordesillas en 1494 siendo posteriormente ratificada en el Tratado de Cintra de 1509, puesto que mediante dichos Tratados ambas potencias (en aquella época) se repartían el mundo, con el beneplácito del Papa allá en Roma, e incluían las pertinentes modificaciones en el reparto africano propiciadas por el descubrimiento de América.

Tras el fallecimiento de este conquistador en 1485, Santa Cruz fue abandonada y saqueada por las tribus de la región hasta que en 1496, por orden de la Corona y en el marco de las conquistas “realengas”, el Gobernador de Gran Canaria reconstruyó el asentamiento ampliando las instalaciones para convertirla en una factoría pesquera y comercial fortificada.


Esta “refundación” del enclave de Santa Cruz se realizó sobre los restos de la antigua torre señorial de Garcia de Herrera siguiendo las ordenes de una Reina cuya política panafricana podría ser considerada hoy en día vanguardista pues a partir de 1477 diseñó un auténtico proyecto de Estado cuya estrategia expansionista en tierras africanas tenia el doble objetivo de conquistar y repoblar militarmente las 3 islas canarias de realengo que aún se resistían (Gran Canaria 1483, La Palma 1493 y Tenerife 1496) e implantarse en la vecina costa de Berbería con el fin de sacar tajada, como Portugal, del comercio caravanero y de la importante actividad pesquera en esas aguas en las que pescadores españoles llevaban años faenando.

Pero, a diferencia de lo sucedido en Canarias, la estrategia diseñada en el proyecto colonial castellano para la Berbería Atlántica no pasaba por una anexión militar del territorio, algo por otra parte inviable, sino por dar cobertura a la actividad pesquera y a la actividad comercial caravanera mediante mediante un acercamiento pacifico basado en las relaciones diplomáticas, en lugar de conquistarlos a cañonazos y sablazos, prohibiendo, de entrada, las incursiones de saqueo y toma de esclavos a todo súbdito español.

Esta cuidada estrategia diplomática, que escondía el objetivo de intentar controlar el tráfico caravanero en la región, permitió que, en 1499, varios jefes tribales beréberes rindieran acto de vasallaje a la Corona mediante la firma de un tratado con el citado Gobernador de Gran Canaria en representación de los Reyes Católicos, lo que hizo posible que, durante casi tres décadas, este enclave con su torre de realengo para la defensa, de planta cuadrada y poco mas de 8 m de lado construida con sillería obtenida en las canteras de la región, se convirtiera en una factoría pesquera con una actividad comercial relativamente importante, siendo visitada de manera regular por comerciantes y pescadores procedentes tanto de las islas como de la península (Andalucia).


Actualmente, los arqueólogos e historiadores creen que el punto de la costa donde se celebró el citado acto de vasallaje, estaba situado en la desembocadura del rio Assaka, situado a 200 km al norte de Santa Cruz y a poco mas de 180 millas náuticas de Puerto del Rosario y 165 millas náuticas de Arrecife en Lanzarote.

Foum Assaka

Ante esta situación, que otorgaba el statu-quo de propietario de la Mar Pequeña a la Corona española, mas los esfuerzos encaminados a buscar nuevas zonas de penetración e influencia, (como en el caso del cabo de Aguer donde Alonso Fernández de Lugo intentó construir una nueva fortaleza sin éxito debido a la fuerte oposición lusa), la Corona decidió construir tres nuevas factorías comerciales con sus correspondientes torres, situadas en la desembocadura del Oued Assaka (Foum Assaka), en el cabo Boujdour (a 120 millas náuticas de Gran Canaria) y en la legendaria ciudad de Tagaos, (cuya situación exacta sigue siendo un misterio a día de hoy).

No obstante, los portugueses, con intereses en la zona a pesar de los tratados, respondieron en 1505 estableciendo una factoría en la bahía de Agadir a la que, también, llamaron Santa Cruz … do Cabo Guer (Cap Ghir) así como una pequeña y desconocida fortaleza, edificada poco tiempo después y que actuaba como satélite de la de Cabo Guer, de la cual hoy en día solo quedan unas ruinas fácilmente identificables situadas en el promontorio llamado la Roca del Diablo en la playa de Imourane, en Tamraght, entre Aourir y Taghazout.

Ruinas fuerte Benmirao, La Roca del Diablo, playa de Imourane

Debido a la reacción portuguesa, España rompió los tratados citados que se volvieron a negociar firmando un nuevo convenio en 1509, conocido como las Capitulaciones de Cintra, que, aunque regulaba las áreas de influencia de ambas potencias en Africa, dio origen a una serie de tratados posteriores que sirvieron a los españoles para legitimar su presencia en el territorio de Ifni en las negociaciones de 1878 a pesar de que no tenía nada que ver con el territorio que en época de los Reyes Católicos era Santa Cruz de la Mar Pequeña … territorio que ni antes ni en ningún momento de esa época histórica pertenecieron al Reino (sultanato) de Marruecos.

Esos casi treinta años de presencia castellana y de estabilidad comercial no consiguieron consolidar el asentamiento de Santa Cruz que no perduró en el tiempo pues a la hostilidad de las tribus locales, (a pesar de la prohibición real de saquear y tomar esclavos nativos y del acto de vasallaje), se añadió la hostilidad de los portugueses presentes en Agadir (cuenta la leyenda que alentados por la viuda de Garcia de Herrera) y, sobre todo, la ascensión al poder de los Saadíes quienes, tanto por querer subyugar a las tribus saharianas como por querer controlar y obtener provecho tanto del trafico caravanero como de esos incipientes polos comerciales, pusieron fin a las actividades portuguesas en Agadir (1541) y a las españolas en Santa Cruz (1524) al asaltar y conquistar esos asentamientos expulsando de ellos a aquellos extranjeros tan molestos.

El asentamiento de Santa Cruz de la Mar Pequeña fue definitivamente abandonado por España en 1526, año a partir del cual ya no hay registro de actividad en él pues el auge de la colonización de América, los problemas militares y religiosos en la Europa de Carlos I y la falta de recursos para mantener y defender esos enclaves provocaron que esas regiones africanas perdieran el interés (y, consecuentemente, la importancia) para la Corona española.


A partir de aquí, este enclave español en las costas africanas permaneció en el olvido durante casi 300 años a pesar de que hubo dos propuestas diplomáticas a lo largo de ese tiempo que lo pusieron sobre el tapete de la política exterior española.

La primera fue a finales del reinado de Carlos II, cuando en 1698 los hugonotes expulsados de Francia presentaron un proyecto de ocupación de dicho territorio al embajador español en Londres, que lo desestimó tras la negativa del rey español.

Y la segunda en 1766, bajo el reinado de Carlos III, cuando Mohammed III, que estableció contactos diplomáticos con el Rey español para firmar un Tratado de Paz con el objetivo de poner fin a las disputas territoriales que ambos países mantenían, recibió a los emisarios españoles, (encabezados por el prestigioso marino Jorge Juan en calidad de embajador español), para negociar dicho Tratado en el que también figuraba la antigua posesión española de Santa Cruz de la Mar Pequeña que Carlos III había incluido unilateralmente en las negociaciones, oficialmente porque era de vital interés para los pescadores canarios y andaluces, (que desde hacia siglos faenaban en esas aguas y reiteradamente lo reclamaban a la corte española) y, oficiosamente, porque era de vital interés para España llegar a un acuerdo con Marruecos sobre esas costas y sus aguas para neutralizar la amenaza de la presencia extranjera en ellas que había empezado un aventurero inglés llamado George Glass que había establecido relaciones con las tribus nómadas de la región y había reconocido el área de Naïla, identificando los restos de Santa Cruz de la Mar Pequeña, al objeto de instalar allí una factoría.

Aunque Carlos III ordenó el arresto del inglés, lo que dio al traste con su proyecto, ello no evitó que hubiera otras presencias extranjeras no deseadas por lo que la embajada española presento los informes del inglés relativos al potencial comercial de esta área dado el trafico caravanero y la riqueza pesquera en esas aguas, lo que provocó en Mohammed III un mayor interés por la instalación de una factoría en algún lugar a definir de esa costa y que bien podría ser en Santa Cruz de la Mar Pequeña, bien en la desembocadura del rio Draa, bien en la del rio Chibieka.

Finalmente, y aunque se llegó a un acuerdo firmando el Tratado de Paz y Comercio de 1767, cuya aplicación dependía de como se tradujera e interpretara dicho tratado, el asunto termino aparcado en una vía muerta puesto que, como en casi todos los tratados firmados por España con Marruecos, el país, ya alaouita, lo incumplió al poco tiempo de haber sido firmado al poner cerco y atacar a la ciudad de Melilla manteniendo un asedio sobre esa ciudad durante 8 años que la devastó casi por completo.


Casi un siglo después, en 1860, los gobiernos de España y Marruecos firmaron otro tratado, el Tratado de Wad Ras, que ponía fin a la guerra hispano-marroqui en el Rif en virtud del cual, entre otras compensaciones, Marruecos, al resultar derrotado, cedía a España el enclave denominado Santa Cruz de la Mar Pequeña junto con el territorio suficiente para poder desarrollar sus actividades, algo que a los españoles les interesaba habida cuenta de que en aquella época ya se habían empezado a establecer pequeños puestos comerciales y fuertes a lo largo de la costa de un territorio que, años mas tarde, constituiría el territorio del Africa Occidental Español, mas conocido como Sahara Occidental.

Pero como quiera que algo mas de 300 años son bastantes años en términos de “tiempo humano” (en términos geológicos son una nadería), nadie supo determinar con precisión donde se hallaba dicho territorio así que España, en calidad de vencedora, situó a Santa Cruz en el mapa allí donde mas le convenía políticamente hablando en aquel momento y, tras el pertinente proceso de negociación de la comisión bilateral que se formó para tratar este punto del acuerdo, ambos gobiernos acordaron en 1878 establecer un territorio delimitado por los ríos Bou Sedra al norte (Mirleft) y Bou Assaka al sur (Foum Assaka) y cuyo centro, era, mas o menos, el Douar de Amezdog que paso a llamarse Sidi Ifni tras la llegada de los españoles en 1934.

400 años después de la llegada de Diego García de Herrera a la mar pequeña de Berbería allá en Naïla, Santa Cruz de la Mar Pequeña fue deslocalizada y trasladada 250 km al norte de su ubicación original.

Sidi Ifni

Aunque la localización e identificación de los restos arqueológicos de Santa Cruz de la Mar Pequeña fue fuente de numerosas hipótesis y estudios a lo largo de los siglos XIX y XX, algunos inverosímiles y otros mejor documentados, estos restos están perfectamente localizados gracias a los diferentes estudios arqueológicos e históricos de rigor que se han realizado en la zona ya en este siglo XXI.

De las tres torres que la Corona española ordenó levantar, solo se construyó, en el año 1500, la torre de San Miguel de Saca en Foum Assaka; un ejército expedicionario capitaneado por Alonso Fernández de Lugo llevó a cabo los trabajos de construcción. Esta torre y su asentamiento tuvieron una breve actividad debido a los ataques de las tribus hostiles de la región contrarias al tratado firmado con los Reyes Católicos por lo que fue abandonada.

Los restos arqueológicos de esta torre están localizados en la actualidad gracias a los trabajos realizados en el marco del proyecto conjunto hispano-marroquí para las Investigaciones Arqueológicas en la región Sus-Tekna, y aunque son apenas visibles su supervivencia está gravemente amenazada por las construcciones, fuera de todo control urbanistico e ilegales, realizadas en la zona.

Foum Assaka

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Última Actualización: 13/05/2024 - 12:09