Pangkor Laut Resort ✏️ Blogs de MalasiaSeis días de estancia en una pequeña (y exclusiva) isla de la costa oeste malaya.Autor: Caylleann Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.5 (21 Votos) Etapas 1 a 3, total 6
One island, one resort. Este es el lema del Pangkor Laut Resort, el hotel-isla que tanto gustaba a Luciano Pavarotti y que, desde el momento de nuestra llegada, se convirtió para nosotros en el paradigma de todos los lujos terrenales y algunos celestiales.
El concepto, la idea es impresionantemente buena (y también impresionantemente elitista, será por eso que nos gustó tanto!). Coged una isla tropical, limitad el número de metros cuadrados a construir a un 20 % y, entonces, o bien os ponéis a filmar un remake de Lost o creais un resort único en el cual ofrecer alojamiento de primera, comida de primera, actividades para los que no se conforman con el “dolce far niente”, un spa premiado internacionalmente y, para los que se lo puedan permitir, unas residencias aisladas del resto del complejo con playa propia. A esto le podéis añadir que la isla no está poblada, que los únicos vehículos son los del hotel y que allí se encuentra Emerald Bay, según dicen una de las playas más bonitas de Asia. ¿Aislado? Sí, claro, esa es la idea. Aquí no encontraréis animadores y espectáculos. El personal es discreto, atento, silencioso y siempre con una sonrisa. Incluso los clientes acabamos moviéndonos al ritmo pausado de la isla, aunque te lo estés pasando de maravilla y lo que te pida el cuerpo sea saltar y gritar de puro gozo. La estancia en Pangkor Laut era el final de un viaje de veintitantos días agotadores de selvas, templos y centros comerciales (las tres cosas vienen a ser lo mismo...) por Malasia. Ya íbamos necesitando un poquito de relax. Mi familia no lo acaba de entender, pero yo, cuando vuelvo de vacaciones, necesito vacaciones para recuperarme...
Llegamos a Lumut, el puerto desde donde salen las lanchas a Pangkor Laut, procedentes de Ipoh. Desde el momento en que llegas a las oficinas de Lumut, donde haces el check in, ya te sientes como entrando en otra dimensión. La amabilidad, la toallita húmeda y fresca, la bebida de cortesía, los lavabos con velitas… Se hacen cargo de tu equipaje y ya no vuelves a cargarlo hasta el final de la estancia cuando, con el corazón destrozado, abandonas el paraiso para volver a arrastrarte por la vida. En las oficinas de Lumut nos dieron la gran noticia: ¡nos upgradaban (como me gusta este verbo aunque no exista)! El caso es que habíamos reservado una sea villa, pero nos trasladaban a una spa villa, de aspecto y tamaño igual que la anterior, pero más nuevas y en una zona más privada de la isla, con acceso exclusivo a una piscina y entrada prohibida a menores de 16 años. YUHUUUU!! Ventajas: mucha más privacidad, una piscina casi vacía para ti solo, proximidad al spa. Inconvenientes: tardas media hora en llegar a desayunar (excepto si pides que te recojan en shuttle). Si te queda tiempo puedes dar una vuelta por Lumut. Es una buena idea aprovechar para comprar algo de comida y bebida (agua no, la tendrás a mares!), porque en el resort todo es caro y nosotros no podíamos permitirnos comer y cenar cada día a los precios de los restaurantes de la isla. La emoción empieza durante la espera en el muelle. Finalmente, embarcas en el barquito y, ¡adelante! Se supone que tienes que ponerte el chaleco salvavisdas, pero hace demasiado calor, de manera que es una buena oportunidad de disfrutar del viento. Después de una media hora de trayecto, bordeando la isla grande, Pangkor, empiezas a ver las villas sobre el mar, les que están entre la vegetación, el muelle... Y, por fin, ya estás allí!! [/align] Cada cliente es recibido por un miembro del personal, que será tu guía durante los primeros momentos en el Pangkor Laut, desde la llegada hasta dejarte sano y salvo en tu villa. Aunque también hay occidentales, la mayor parte del personal es asiático. A nosotros nos acompañó una chica francesa que nos explico toooooodo lo que nos podía ofrecer la isla: restaurantes, spa, piscinas, visitas guiadas, actividades gratuitas y pagadas... Una sobredosis de información que habría que ir asimilando poco a poco y un primer paseo hasta nuestra villa que nos dejó llorando de emoción e incredulidad.
Etapas 1 a 3, total 6
Ya habíamos comido en Lumut, así que, sin más obligaciones pudimos dedicar la primera tarde a “inspeccionar” las instalaciones del hotel, empezando, claro, por nuestra spa villa.
No era una habitación excesivamente grande (tampoco pequeña, desde luego), pero era taaaaaan bonita... El baño era un mundo por sí solo, con una señora bañera donde cabía una familia numerosa. El jabón de manos era como de tienda muy cara, precioso y hacía muy buen olor. Para la súper bañera te dejaban sales del mar muerto. La cama, comodísima. No hay televisión (¿quién quiere televisión en un sitio así?), pero sí equipo de música y puerto dock para iPod (olé, olé!!). La terraza enorme, maravillosa, sobre el mar y con dos tumbonas. Como no nos gusta el sol no acabamos de aprovecharla, porque la calor es realmente terrible, pero yo, que soy medio insómnica, pasé algunos ratos buenos de madrugada, mirando el mar, la luna, la selva... Cada día nos dejaban dos botellas de agua por la mañana y dos por la tarde (con el consiguiente overbooking de agua). Además, cada vez que vas a algún sitio (piscinas, playa, bares, spa...) te sirven agua fresquita (con lo cual el overbooking se hace todavía más grande). En cada villa hay dos paraguas por si descarga el monzón, una bolsa de playa de mimbre, plancha, secador de pelo, caja fuerte, minibar y yo que sé cuantas cosas más. En cuanto sales de la villa, caminas sobre el agua por la pasarela de madera, desde la que puedes contemplar la belleza del agua cristalina, la flora de las playas, los lagartos saliendo del agua para tomar el sol y algún que otro amiguito, como los macacos que, si no vigilas, pueden llegar a robarte incluso el bañador. Ejemm... La piscina del spa village, casi siempre vacía... Una vez has llegado a la zona principal del resort (una media hora después de salir de la habitación) pasas debajo de las dos palmeras cargadas con los simpáticos murciélagos de la fruta (no dejan de advertirte que no te los quedes mirando con la boca abierta, que tienen la mala costumbre de escupir) y llegas a la zona de la piscina común. Dejas atras la pista de tennis (ciertamente desaprovechada pero a quien le importa?), el gimnasio (bastante ocupado) y la sauna (innecesaria, no la usamos ni un día, para sauna, bastaba con un paseito). Desde ahí nos dirigimos a la zona de recepción: ya a lo lejos pude oler dos de las tiendas del resort (la del spa ya la había visitado). Creo que el tercer día, cuando me veían entrar, ya me hacían la ola (no sé porqué, tampoco compré tantas cosas...), pero es que todo era precioso. Sobre todo en la Kazbah. No sé que me gustó más: el collar, los dos pares de pendientes, los anillos, la cinta de batik para el pelo, la pulsera para mi cuñada, los cojines y el loro para el baño para mi madre, el condimento para noodle soup para mi hermano, los llaveros, el imán de nevera... Bueno, quizá sí que compré algunas cosas, pero son muchas más las que dejé allí con gran pena de mi corazón... La recepción es abierta, como pasa amenudo en los hoteles del sudeste asiático, con unos sillones en los que no puedes sentarte: directamente te tienes que espachurrar (en un sitio tan fino queda fatal, pero todo el mundo lo hace). Allí está la mesa donde puedes reservar actividades, la mesa donde reservar restaurante y el mostrador principal, donde hacer realidad cualquier deseo. Detrás de la recepción se encuentra uno de los lugares más especiales del resort: la biblioteca. Si a mi las bibliotecas de la diputación de Barcelona ya me parecen lugares fantásticos donde encontrar la paz y pasar el tiempo, con ésta se supera cualquier límite que hubiese imaginado. Hay sillas, sillones, CAMAS... Puedes tomarte un café, un te, un refresco mientras lees, en los dos laterales puedes fumar y hay cuatro ordenadores con los que conectarte gratuitamente a internet. Mejor dejo que las imágenes hablen por sí solas...
Muy cerca de la recepción se encuentra una de las paradas de la lanzadora que puedes pedir para que te lleven a cualquier parte de la isla (por suerte, servicio gratuito y bastante rápido). Las paradas están distribuidas por toda la isla y en cada una hay un teléfono desde el que llamar a recepción para pedir que te recojan. La verdad es que en las horas de calor o para ir a Emerald Bay, que está lejos, resultaba muy cómodo. Los huéspedes de los States tienen servicio propio de cuatro por cuatro (además de mayordomo, cocinero...) Esto fue, más o menos, lo que hicimos la primera tarde. A partir de aquí los recuerdos se mezclan en una nube de felicidad y perfección imposible de ordenar, de manera que me resulta imposible seguir un orden cronológico estricto de lo que hice el resto de días. De todas formas, como aún queda mucho por explicar, os lo iré contando por temas, más que por días. Etapas 1 a 3, total 6
Está claro que el spa del Pangkor Laut no ha recibido premios porque sí. Un masaje de 60 minutos se convierte en una experiencia inenarrable que acaba durando unas 3 horas, en un spa con unas instalaciones preciosas y un personal discreto, amabilísimo y experto.
La recepción del spa tiene este aspecto: La experiencia ya empieza cuando vas a reservar hora. Te atienden de maravilla, te invitan a un zumo de fruta (bueno, a mi me pareció un zumo de flores), te explican los diferentes tratamientos, te aconsejan, te ayudan a superar el ataque al corazón cuando ves los precios y, finalmente, anotan tu cita de forma que no coincidas con nadie o casi nadie más en el circuito por el baño malayo. Nosotros coincidimos, al principio, con otra pareja, pero al poco ya íbamos algo separadas y yo estaba sola en el baño malayo. Porque… eso del baño malayo ¿cómo funciona? Pues, vamos a ver: primero empiezan con un baño y masaje de pies. Claro que, a mi, esa parte no me gustaba ni pizca, porque mis pies no me los toca nadie, pero me porté la mar de bien, sin gritar ni dar patadas a nadie . En esa especie de palanganas que se ven en la foto nos lavaron los pies con flores y con jabón. Después nos secaron y nos machacaron la planta con una especie de martillo pilón de madera que, al principio, dolía un poco, pero acabó siendo todo un relax. Después de eso, te ponen unas zapatillas (creo que a lo largo del recorrido me cambié unas diez veces de zapatillas, cada vez que salía de un espacio o una sala y entraba en otro diferente) y te llevan al vestuario. Hasta aquí, hombres y mujeres van juntos, pero en el vestuario se separan y las instalaciones del baño malayo también son separadas para hombres y mujeres. La experiencia del baño malayo es más buena aún que la del masaje. En el vestuario, la masajista que te han asignado, te pone tu pareo (no te lo vas a poner tú misma, claro, tanto esfuerzo...), con el que entrarás púdicamente tapada en las piscinas, bañeras y demás. Primero, pasas por el pozo de los deseos (o algo así me pareció entender, que mi inglás no es muy bueno y el suyo tampoco), en el cual tiras una moneda. Después, la piscina de agua fría, con chorros desde arriba y a los lados. Después pasa a un pequeño patio. En cada esquina hay una especie de recipiente en el que oler los vapores de diferentes plantas. A continuación, por si vas algo sucia..., pasas al baño japonés. Ahí te lavas a conciencia con jabón y pasas a una súper bañera, bueno, más bien una piscinilla (exterior, claro, hecha con piedras) de agua caliente y, para que te recuperes del esfuerzo y te relajes un poco (???) te sirven un te mientras estás en remojo. Cuando sales, te dejan descansar un rato (sí, para que descanses y te relajes antes de continuar el baño, que todo esto es muy estresante...) y te pasan a una cabina donde te tumbas en una especie de camilla y te lavan (para qué, por dios, para qué...) con espuma. Sucia no estás, pero es muy agradable. Aprovechan para quitarte el pareo que has llevado hasta el momento y te dan a escoger uno de entre los colores que tienen. Es el que usarás para ir a la biblioteca PARA RELAJARTE un poco antes de el masaje. Al final, te lo regalan y te lo quedas como recuerdo. Pues eso, vas a la biblioteca, te tomas un te (o dos, o tres, los que necesites para RELAJARTE, porque claro, a estas alturas estás nerviosaaaaa y cansadaaaaa...). Ahí es donde te reunes con tu pareja y desde donde te conducen a la cabaña donde te harán el masaje con hierbas aromáticas, con la fuerza que tu indiques, con luz tenue, música suave... Una hora de paraiso. Después, puedes ir a la biblioteca y tomarte otro te... para relajarte. La verdad es que jamás he estado tan limpia por dentro y por fuera. Etapas 1 a 3, total 6
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