Último día en el Mara, hoy volábamos rumbo a Tanzania. Antes de salir hacia el aeropuerto, pudimos visitar la aldea de Lemara, otro de los masais que trabajan en Enkewa. Sólo puedo decir que la experiencia nos marcó, y, en cierta manera, y quizás de forma imperceptible pero definitiva, cambió nuestra perspectiva de las cosas e incluso de la vida. No un gran cambio, eso sería poco creíble y demasiado teatralizado, pero sí que es cierto que, ahora ya en nuestra vida cotidiana, recordamos esos días con los masais, y esa visita a la aldea, y se enciende una luz, pequeña, en algún rincón.
Lemara fue quien nos enseñó su poblado, su casa. Orgulloso nos mostró sus cercados de vacas y el lugar por el que, unas noches antes, un leopardo entró para robar una cabra. Sus hijos se acercaban a saludarnos, a que les pusiéramos la mano en la cabeza (forma de saludar a los niños), a recibirnos. Vivir en casas de madera y excremento de vaca con la más admirable dignidad y, sobre todo, felicidad. Tras las moscas en los ojos y los coloridos ropajes, tras las mujeres rapadas y la bisutería masai, encontramos sonrisas y felicidad. Y ni un atisbo de pobreza, aunque pueda resultar increíble. O al menos no la pobreza tal y como la conocemos. Creo que en muchos aspectos los masais son más ricos que nosotros, pues realmente no ansían más de lo que tienen, y ¿no dicen que eso es la verdadera riqueza? Bueno, mi intención no es la de filosofar, así que os dejo las fotos, que hablan por sí mismas.
Jose había avisado a las mujeres masais de que queríamos comprar alguna cosa, así que nos trajeron colgantes, brazaletes, etc. Yo, particularmente, me quedé con un brazalete que era de Lemara, y a día de hoy lo llevo puesto (entre otras cosas porque no es fácil de quitar…) Pero es una pasada, llevar un brazalete que perteneció a un auténtico masai es algo de lo que poca gente puede presumir, además, tiene incluso más historia, en fin, que es un lujo poder llevarlo, y tener la oportunidad de recordar África y los días vividos en el Enkewa sólo con mirar mi muñeca derecha.
Y así nos despedimos, de Anna, Pascual, los masais y Jose. Tipira y Lesaloi nos llevaron a Keekorok para tomar el vuelo rumbo a Tanzania, a Serengeti donde nos esperaría Samwel, nuestro nuevo guía, pero ya os aviso: si bien es cierto que Samwel era un tío genial, que sabía muchísimo de animales, Tipira no hay más que uno; si bien es cierto que los parques que visitamos en Tanzania son una maravilla, Masai Mara no hay más que uno; y si bien es cierto que los alojamientos fueron mejores o peores, Enkewa, sin duda, no hay más que uno (o no, y hasta aquí puedo leer…
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